Considero que el tema de mantener personal permanente en los edificios debe ser analizado prontamente por la sociedad, puesto que esa función en los tiempos que corren es innecesaria, y paso a explicar brevemente los motivos:
Allá por principios del siglo 19, comenzaron a destacarse en Buenos Aires los primeros edificios en altura.
Muchos de ellos, que aún perduran, ofrecen el testimonio de que brindaban un satisfactorio confort a sus habitantes.
No obstante sus instalaciones vistas a través del tiempo y del avance tecnológico, si bien ofrecían todos los servicios, eran más bien rudimentarias.
Por ello, las tareas de operación y mantenimiento requerían la dedicación de personal quien manualmente encendía o apagaba las luces, calderas, bombas, etc.
Asimismo, como el recurso energético utilizado para calefaccionar era generalmente combustible líquido, no podía faltar la persona que se ocupara de cuidar su almacenamiento.
Los sistemas de ascensores no contaban entonces con un servicio que atendiera rápidamente los pequeños percances, para lo cual también se debía recurrir a alguien que se encargara de resolverlos.
Si a ello agregamos las tareas de cambiar fusibles, lámparas, recibir y distribuir la correspondencia y mantener la higiene de las zonas comunes, etc.
hacían finalmente indispensable la presencia de personal permanente en los edificios.
Pero el perfeccionamiento de la tecnología en las últimas décadas en todos sus aspectos, particularmente en el área de la construcción, ha modificado sustancialmente el panorama.
Hoy en día y desde hace tiempo se cuenta con la domótica, que es un conjunto de sistemas capaces de automatizar un edificio, aportando servicios de gestión energética, seguridad, sanitaria, transportes verticales y/o horizontales, comunicación, etc.
y que también pueden estar integrados por medio de redes interiores y exteriores de comunicación.
Se podría definir como la integración de la tecnología en el diseño inteligente de un edificio.
Por tal motivo, en la actualidad un edificio puede “manejarse solo”, circunstancia que puede ser comprobada en cualquier inmueble construído en los últimos 10 ó 15 años.
Al presente, salvo casos excepcionales, los encargados no intervienen – ni estan capacitados para hacerlo – en ningún tipo de maniobra de operación sobre ascensores, calderas, aire acondicionado, bombas, detección de incendio, tableros eléctricos, grupos electrógenos, etc.
Esto es así porque hoy la mayoría de este equipamiento posee un alto grado de complejidad y cuentan con circuitos electrónicos normalmente encapsulados y diseñados para operar automáticamente.
En todos estos casos, la única alternativa posible para solucionar eventuales desperfectos, es recurrir a los services de cada especialidad, como a la sazón ocurre.
Por otra parte también la operación de los sistemas de iluminación se diseñan para el encendido/ apagado automático por medio de Timers o células fotoeléctricas, por lo cual operarlos manualmente resulta totalmente innecesario.
Más aún, desde los recursos tecnológicos con que se dispone en el presente a la mayoria de los edificios existentes no automatizados pueden serle incorporadas prácticas para serlo.
Los encargados entonces, al día de hoy, solo están ocupados con tareas de higiene.
En resumen, al presente no existe ninguna razón – salvo casos excepcionales- para que un edificio necesite la presencia de personal permanente a fin de funcionar satisfactoriamente.
Asimismo y finalmente, se debe analizar la obligación de provisión de residencia para el personal permanente.
Esta circunstancia, implica destinar superficies comunes del edificio a ese propósito, con lo cual se encarece innecesariamente el emprendimiento al punto que altera -en algunos emprendimientos sustancialmente- la ecuación económica/ financiera del mismo.
Si consideramos que en algunos casos, en zonas de alto valor por metro cuadrado (U$S 2.000/2.500), el valor de esa área implica prorratear en el costo de las demás unidades de vivienda valores comprendidos entre U$S 100.000 y 150.000, lo cual resulta a todas luces un gasto irrazonable.