El Gobierno Nacional, en especial, el Presidente Kirchner -dicho esto con todo respeto- debiera, comprender que la tarea de gobernar implica, ante todo, la de hacer cumplir las leyes de la República.
Por la sencilla razón de que sin ley, cualquier comunidad se disgrega, retrotrayéndose a la horda primitiva.
Proceso que de ningún modo significa la idílica ausencia de ley, sino la siniestra instauración de la ley del más fuerte.
El reciente tristísimo espectáculo de la agresión sufrida por su señora hermana en Santa Cruz, el cual repudiamos, demuestra a las claras la necesidad de un cambio de política respecto del delito en general.
Está equivocado el gobierno suponiendo que el origen de la delincuencia se encuentra exclusivamente en la desigualdad social.
Ese es uno de los factores, desde luego, pero hoy en día, los golpes son fuente de negocios, cuando no instrumentos de operaciones políticas, como en el caso de la agresión de la Sra Kirchner.
No advertirlo, o tolerarlo, revela una preocupante ingenuidad.
No se debe ver la vida en blanco y negro, es decir: en términos excluyentes de “amigos” y “enemigos”.
Quienes pensamos distinto, señor Presidente, no somos sus enemigos –al menos nosotros-.
Sólo ciudadanos preocupados.
A veces resulta conveniente olvidar ciertas ideologías de juventud que nos inflamaron de entusiasmo en su momento, para ver la realidad que nos rodea con ojos adultos.
Ningún país civilizado de ningún signo político permite cortar calles alegando que quienes lo hacen ejercen el derecho constitucional a manifestar.
Es absurdo.
O, en realidad, más que absurdo, tonto, porque se olvida que quienes se ven perturbados en el tránsito, son, precisamente, quienes van a trabajar.
Y sostienen, con sus impuestos, todo el sistema.
¿Puede ignorarse, acaso, que con esa política de inaudita laxitud penal, Argentina está siendo un foco de atracción en toda Latinoamérica para toda suerte de profesiones extravagantes, tales como la mendicidad, la prostitución callejera o la ocupación ilegal de predios?
-“Vete a Argentina, chico.
Allí no te hacen nada, hagas lo que hagas”.
Reflexionamos, porque esa es la verdadera intención de estas líneas, y no otra.